La mudanza en sí es una experiencia que roza lo traumático: maletas, cajas, muebles… El traslado siempre parece no tener fin. Si encima tenemos mascota, la cosa se complica, porque debemos adaptar ciertos pasos del proceso a sus hábitos para que no se sientan incómoda. Debemos tener presente que las mascotas son animales de costumbres y cambiarse de casa los descoloca por completo.
En el proceso de la mudanza, los objetos de nuestra mascota (cama, juguetes, transportín, collar y correa…) cobran una importancia fundamental, pues serán sus “agarres”, las únicas cosas que ella percibirá como propias en esos momentos de cambio. El transportín, en concreto, puede ser un gran aliado en el traslado, si el animal está acostumbrado a él y no lo percibe como amenaza, claro está.
Debemos tener en cuenta ciertos factores, como si el tamaño de una casa a la otra varía mucho, si hay ascensor y en la casa anterior no lo había (y en ese caso habrá que acostumbrar al animal), si el barrio nuevo carece de zonas verdes… Son cuestiones que afectan directamente a nuestra mascota y como tal tendremos que introducírselas poco a poco, respetando su ritmo y sus hábitos en la medida de lo posible.